7/25/2013

El coleccionista de esferas Macedonio Cornelius

Feliz con el regalo que me hizo Marian Alefes. En el retrato vemos a Macedonio Cornelius trabajando en su estudio, dedicado a la geología de los muros invisibles. Aquí pueden conocer más del misterioso y fantástico mundo de Marian Alefes. 



7/02/2013

Myanmar

Si hay un país del que contar cosas es Myanmar. Lo bueno de la ignorancia es que se deja sorprender, cuando viajo evito informarme más allá de lo estrictamente necesario para dejar que el lugar me sorprenda. Apenas llegué a Yangon, lo primero que me sorprendió fue la pinta de los dos chicos que enviaron del hotel a recogernos al aeropuerto. Camisa clásica con falda larga (longyi) y sandalias. Cuando nos registramos en la recepción vi que la chica, por demás muy desparpajada, se había olvidado, o no había tenido tiempo entre tanto agite (era el único hotel con permiso del gobierno y todos los viajeros llegaban allá) de terminar de untarse la base. Tan sólo había alcanzado a difuminársela torpemente en un círculo en cada mejilla, después llegó una ayudante y parecía que tampoco había tenido tiempo porque sólo había alcanzado a echarse un poco en la frente. Al rato vi a una con un espiral y a otra con rombos, entonces pensé que se habían puesto a jugar con alguna pintura.

Cuando salí a la calle vi que todas las mujeres iban así, era algo perfectamente normal pero yo me sentía como en una obra de teatro, ¿cómo pueden preservar un concepto de belleza tan diferente al nuestro? Esa fue la bienvenida que me dio Myanmar. Me enamoré de inmediato. Así que los hombres usan falda y las mujeres se hacen figuras extrañas en la cara con la base… después supe que ese maquillaje lo usan para protegerse del sol y es un empasto sacado del tronco de un árbol. Luego vería a las mujeres pavimentando las carreteras y a los hombres cocinando en los restaurantes, desmuelados y escupiendo saliva roja. Esto sí es una lástima, la mayoría de birmanos pierden sus dientes por estar mascando todo el día kum o betel.

Después de varios días de fijarme en los vendedores de kum, uno de ellos me invitó a probar...continúa aquí en Hojablanca

Así se hizo escritor Roald Dahl



Un cuentista que me gusta mucho es el británico Roald Dahl; conocido por su obra para niños, especialmente por Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate y los Gremlins, sus cuentos para adultos son, a mi juicio, mucho mejores. La historia de este escritor parece una historia de ficción: un poco difícil de creer; pero es bien sabido que los escritores solemos contar nuestra propia historia haciendo grandes omisiones y empleando hábiles trucos dirigidos a hacer de ella algo que no puede ser calificado de falso, pues no mentimos, pero tampoco puede ser creído del todo porque suena fantasioso, muy literario para ser cierto. Así pasa con la vida de Roald Dahl, sospecho ciertas exageraciones encantadoras, pero creo que dice la verdad.

Él es una prueba de que hay gente que nace sabiendo contar historias y otra que no, pero sobre todo de que las escuelas son altamente perjudiciales para la gente con talento porque pasa con demasiada frecuencia que los maestros la odian. Antes de los veintiséis años a Roald Dahl no se le pasó por la cabeza ser escritor, debido seguramente  a estos informes de la escuela:

Trimestre de verano, 1930 (edad 14 años). Redacción. “Nunca he conocido un muchacho que de forma tan persistente escriba exactamente lo contrario de lo que quiere decir. Parece incapaz de ordenar sus pensamientos sobre el papel”.

Trimestre de pascua, 1931, (edad 15 años) Redacción. “Chapucero persistente. Vocabulario negligente, oraciones mal construidas. Me recuerda un camello.”

Trimestre de verano, 1932 (edad: 17 años). Redacción. “Perezoso en todo momento. Ideas limitadas.” (Y debajo de éste, el futuro arzobispo de Canterbury había escrito con tinta roja: “Debe corregir los defectos que se indican en esta hoja”.)

¿Pero cómo terminó siendo escritor o dándose cuenta de que lo era?  Sucedió a su llegada a Washington en 1942 donde fue trasladado después de trabajar para la Royal Air Force como militar aéreo. Antes de esto había trabajado para la Shell Oil Company en Tanzania y Kenia. Durante la mañana del tercer día de su llegada a Washington el escritor C. S Forester llamó a la puerta de su despacho en la embajada británica y le dijo: